martes, 16 de noviembre de 2010

Decisiones

Decidir o elegir es una de las cosas que más hacemos día a día y cuando te toca tomar más decisiones de las normales, empiezas a darle vueltas y vueltas sin conseguir llegar a solución alguna.

Esas vueltas te ciegan, no te dejan pensar cómo sueles pensar normalmente, te anulan, te cambian. Y no sabes cómo remediarlo, no sabes cómo contratacar, no sabes defenderte como lo harías habitualmente.

Esperas, deseas con todas tus fuerzas que la decisión que tomes sea la correcta. Que tu elección sea, la mejor para ti.

Deseas que no aparezca nada mejor que lo que tienes, porque no quieres cambiar aún, no quieres tomar decisiones precipitadas y sobretodo porque piensas que ahora mismo, es lo mejor para ti misma.

Pero sabes, conoces de sobra lo impulsiva que eres. ¿Cuántas decisiones habrás tomado sin pensarlas ni siquiera, siguiendo tus impulsos? ¿Cuántas? Pierdes la cuenta...

No te arrepentirás nunca de tus decisiones, algunas acertadas, otras menos. Porque eres así y sí, con los años controlas mejor tus implusos y emociones, pero el fondo es el mismo.

Hay que decidir, sí, aunque lo odies con todas tus fuerzas.

Elegir entre una opción o otra, entre un vestido o otro, entre una persona o otra, entre café o té, entre botas o zapatos, entre sonreir o no, entre ser amable o no, entre esforzarte o no... Nos pasamos el día escogiendo.

Por eso cuando hay que decidir sobre algo "no normal" te pones nerviosa, y, sinceramente no sabes qué hacer.

Porque sabes lo que no quieres, pero en verdad, exactamente, no sabes lo que quieres tampoco... Así que te toca seguir pensando...

¡Qué difícil es decidir!

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