Llego. Nada más entrar noto tu mirada clavada en mi. Nuestras miradas se cruzan una vez, se cruzan una segunda y a la tercera, ya dejan de cruzarse para pasar a mantenerse fijas.
Con la mirada fija el uno en el otro, nos acercamos. El resto del mundo se para, no importa, no existe.
Bailamos, nos seguimos mirando...sin pronunciar ni una sola palabra. No hace falta. Con la mirada nos lo decimos todo. Las palabras romperían la conexión que se había creado entre tu y yo.
Cada vez más cerca, cada vez más intenso...
Noto tu aliento, cerca, cada vez más. Hasta que siento tus labios sobre los míos. El beso desata la tensión acumulada entre nosotros. La desata, la saca.
Nos vamos, salimos de allí.
Y en la oscuridad de aquel lugar, acabamos con lo que empezó con un simple juego de miradas mútuas.
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